







Crecí en Barrancabermeja, rodeado de máquinas. No eran máquinas abstractas, eran cuerpos de hierro que respiraban petróleo: los “machines”, como los llamamos allá. Parte del paisaje cotidiano, parte de la memoria visual de una ciudad construida entre el calor, el río y el crudo.
Esta serie nace de esa familiaridad transformada en observación crítica. A través de imágenes satelitales y retratos directos de estructuras extractivas, busco confrontar la presencia de estas máquinas no solo como infraestructura, sino como huella territorial.
Las imágenes aéreas revelan una coreografía repetitiva y violenta: campos cuadriculados, caminos sin retorno, manchas que se extienden como una enfermedad. Abajo, los retratos revelan su escala real: gigantes aislados, encerrados, inclinados, desgastados. Son monumentos a una economía que transforma el suelo, la vida rural, la estética y el futuro.
Aunque la historia del petróleo en Colombia se haya originado en Barranca, su trazo se repite en otros departamentos: Meta, Arauca, Boyacá. Esta repetición no es solo geográfica, sino simbólica: nos habla de un modelo que perfora territorios y moldea identidades.
Machín (Machine) no es solo una serie sobre máquinas, sino sobre cómo aprendemos a verlas —o a ignorarlas— en el paisaje. Y sobre cómo ese paisaje nos construye también a nosotros.